Espíritus desgarrados
desde la niñez, tan lejana. Adquirimos y poseemos. La obligación de seguir
buscando sin conocer la necesidad. Nos erigimos por sobre las demás especies.
Violentos, colonizamos. Echamos raíces inoportunamente. Nos escudamos en el
eterno inconformismo. Siempre esperamos más.
Añoramos un refugio,
un puerto seguro donde amarrar. Anhelamos la perfecta conexión.
Deseos que devienen
lazos, que se rompen y sangran. Luego se recrean en redes frágiles y
amenazantes. Como una araña colgando del techo que va descendiendo, lenta e
inexorablemente.
Desasosiego. La satisfacción inmediata como
único recurso. Falsas promesas nos conducen hacia el oscuro desencanto. Un
vagabundo se pierde …
Espíritus desgarrados
desde la niñez, tan lejana. Adquirimos y poseemos. La obligación de seguir
buscando sin conocer la necesidad. Nos erigimos por sobre las demás especies.
Violentos, colonizamos. Echamos raíces inoportunamente. Nos escudamos en el
eterno inconformismo. Siempre esperamos más.
Añoramos un refugio,
un puerto seguro donde amarrar. Anhelamos la perfecta conexión.
Deseos que devienen
lazos, que se rompen y sangran. Luego se recrean en redes frágiles y
amenazantes. Como una araña colgando del techo que va descendiendo, lenta e
inexorablemente.
Desasosiego. La satisfacción inmediata como
único recurso. Falsas promesas nos conducen hacia el oscuro desencanto. Un
vagabundo se pierde en la ciudad como una sombra, ávido y desangelado. Se vuelve
violento entre la escasez y el olvido. El ruido que deseamos escuchar, las
sirenas cantando su melodía fatal.
Es el silencio tan
temido, del universo interior. El que luego nos susurra, el secreto que
buscamos por tanto tiempo.
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