En El anticuario (1816), una de las obras maestras de Walter Scott -en nueva traducción de Francisco González, Arturo Peral y Laura Salas-, la imaginación romántica despliega espectacularmente todos sus personajes, paisajes y conflictos: desde imprevistas subidas de marea en una playa al borde de un acantilado hasta duelos en las ruinas de un monasterio, pasando por tesoros enterrados, cultos secretos y apariciones fantasmales. La galería de figuras es impresionante: mendigos por vocación, condes lánguidos con un espantoso secreto en su pasado, capitanes pendencieros, baronets en la ruina, nigromantes alemanes y una muchacha enamorada que cree que es su -deber- …
En El anticuario (1816), una de las obras maestras de Walter Scott -en nueva traducción de Francisco González, Arturo Peral y Laura Salas-, la imaginación romántica despliega espectacularmente todos sus personajes, paisajes y conflictos: desde imprevistas subidas de marea en una playa al borde de un acantilado hasta duelos en las ruinas de un monasterio, pasando por tesoros enterrados, cultos secretos y apariciones fantasmales. La galería de figuras es impresionante: mendigos por vocación, condes lánguidos con un espantoso secreto en su pasado, capitanes pendencieros, baronets en la ruina, nigromantes alemanes y una muchacha enamorada que cree que es su -deber- no casarse por debajo de su condición. Es ésta una novela, sin embargo, en la que no es romántico todo lo que lo parece, y en la que el humor y la lucidez brillan con genialidad.
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