Toda crisis vital, bien canalizada, puede ser una bendición. Debajo del dolor emocional y el vacío que acompañan un naufragio existencial se abre la posibilidad de mirar hacia dentro y protagonizar una revolución interior. No importa si la pérdida es una relación, un trabajo, algo material o un sueño largo tiempo acariciado. Podemos pasar del victimismo, la dependencia emocional y el exceso de cavilación a un estado de responsabilidad, paz y libertad interior, sabiendo que una pérdida no es una condena eterna.
Como toda catarsis, el naufragio sereno requiere fe y valentía. Alba Ferreté, hoy coach certificada y consultora …