Para todos los seres humanos, desde hace milenios, la esperanza en una vida eterna y feliz después de la muerte ha sido el gran consuelo que les ha permitido soportar el sufrimiento producido por la existencia del mal en este mundo. Causa mucha seguridad creer en la existencia de un Dios paternal y bondadoso que nos ama como a sus hijos. Y si se tiene la suerte de pertenecer, entre todas las religiones del mundo, a la única verdadera, la Iglesia Católica, en compañía de Jesucristo, el Hijo de Dios, de la Virgen María y de multitudes incontables de seres angélicos, se puede esperar la hora de la muerte con alegría y serenidad. Es lo que pensó Andrés Miguel durante toda su vida hasta que, a una avanzada edad, se convenció de que todo era un doloroso engaño de la humanidad. Su esperanza se derrumbó y ha tenido que buscar un nuevo sentido a su existencia. Y aunque ya no cree más en un Dios personal, su felicidad es mayor aún que antes, porque ha tratado de encontrar la verdad por sí mismo. En este libro está el relato de su experiencia vital. Tal vez les sirva a otros...